lunes, mayo 26, 2008

PROCLAMA DEL 24 DE ABRIL DE 2008


Nuestro más expresivo agradecimiento a D. Máximo Cayón Diéguez, pregonero de lujo en el Bicentenario del 24 de Abril, que entusiastamente atendió la petición de ComunidadLeonesa.ES de realizar la proclama de este año.

PROCLAMA DEL 24 DE ABRIL DE 2008

Ilmo. Sr. Corregidor de la ciudad de León,
Dignísimas Autoridades,
Leoneses y leonesas de hecho, de derecho, de convicción y de sentimiento:

Buenos días, gracias por vuestra asistencia, y recibid la más cordial bienvenida a esta Plaza Mayor, teatro secular de los actos y ceremoniales más singulares de la vida pública y política, mercantil, social y religiosa de esta Noble, Leal y Antigua ciudad de León, que fue Cabeza de su Reino.

Quien os habla es depositario del esclarecido honor que representa para un leonés pregonar desde este balcón del Mirador de la Ciudad, la ‘Proclama’ que conmemora el Bicentenario de los momentos vividos en León el 24 de abril de 1808. Por ello, y para llevar a cabo tan gozoso menester, contando de antemano con vuestra aquiescencia, toma a préstamo la tradicional fórmula protocolaria que empleaban los cuatro maceros municipales en pretéritas centurias, cuando, ataviados con dalmáticas y gorras de terciopelo carmesí, mazas al hombro y las armas de la Ciudad al cuello, pendientes de cadenas de plata repujada, se situaban en las cuatro esquinas principales de esta ágora y requerían la atención de los vecinos. En consecuencia, permitidle que en esta solemnidad cívica haga suya dicha fórmula y demande vuestra consideración con las tres expresiones imperativas de rigor: ‘Oíd’, ‘Atended’ ‘Escuchad’.

Como bien sabéis, esta antigua plaza del Pan que, como dice Berrueta, ‘oyó el grito de independencia ante la acometida napoleónica (...) aquel grito audaz del buen funcionario municipal Valentín González Mérida, patriota y romántico’, fue enclave y escenario de la estrecha comunión de ideales que cautivó el alma de los leoneses la jornada legendaria y popular del 24 de abril de 1808, una fecha que refulge en los anales legionenses como un alba sin ocaso. No en vano, aquel día, el citado González Mérida fue el primero que tomó las armas, y despreciando los peligros que en todas partes sofocaban al valor y a la constancia, salió a esta plaza Mayor, y como acreditan las actas de la Junta de Defensa, cuyos originales se custodian en la Excma. Diputación de León, con el enternecimiento de todas las personas sensibles, dio principio al armamento de toda la ciudad. En resumen, el 24 de abril de 1808, esta antigua Corte de Reyes puso de manifiesto, sin reserva ni condición alguna, la firmeza de sus convicciones.


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Recordemos, pues, los hechos con objetiva sinceridad. Gracias al Tratado de Fontainebleau, firmado el 27 de octubre de 1807, que preveía la ocupación conjunta de Portugal por parte de España y Francia, entre noviembre del mencionado año y febrero de 1808, Napoleón había concentrado en la Península Ibérica un ejército, dividido en cinco Cuerpos, cercano a los 100.000 hombres. La situación política que se vivía en nuestro país, confusa y contradictoria, hizo posible que las columnas napoleónicas hicieran de nuestro suelo poco menos que una provincia francesa. Naturalmente, el asentamiento estratégico de las tropas francesas en el territorio nacional avivó en el sentimiento popular toda suerte de dudas y sospechas.

Así las cosas, el Motín de Aranjuez, acaecido entre el 17 y el 19 de marzo de 1808, trajo la renuncia de Carlos IV, la caída y prisión de su favorito Godoy, y la proclamación como rey de Fernando VII. El nuevo monarca, el 24 del mismo mes, entraba en Madrid entre el entusiasmo y la aclamación popular.

Cuando estas noticias llegan a nuestra ciudad el 29 de marzo, los leoneses se amotinan ante la casa de D. Felipe Sierra Pambley. Solicitan a éste que les arroje el retrato de Godoy que guarda en su domicilio. Sierra Pambley, a la sazón Intendente Provincial, ordena a un servidor que les lance un pan de ocho libras. El subordinado cumple la orden recibida. De este modo se inicia el ‘Motín de la Hogaza’, como lo denomina un historiador local: D. José Eguiagaray Pallarés.

Ofendido el pueblo, va en busca del Alcalde que, al día siguiente, 30 de marzo, acompañado de un concejal y de cuatro representantes de los amotinados se entrevista con el citado D. Felipe. Después de una breve conversación, los manifestantes circunscriben su demanda a que se suprima el nuevo impuesto de cuatro maravedíes en cuartilla de vino que había implantado Godoy. El alcalde, deseoso de zanjar la situación, promete trasladar dicha petición al nuevo rey de España. En relación con este asunto, Eguiagaray Pallarés, añade que ‘aquellos amotinados leoneses aún tuvieron la elegancia y gentileza de agregar que, no obstante serles el tributo tan gravoso, si el Monarca lo encontraba necesario para la Corona, llevarían la carga contentos y aún otras mayores’.

Días más tarde, el 13 de abril, se recibe en la Casa de la Poridad una carta de Fernando VII donde éste confirma que ha aceptado la corona de España. La misiva está dirigida a D. José Guadalupe Palacio que ejerce el cargo de Corregidor. Y con tan fausto motivo, se convoca con urgencia una sesión especial en el consistorio leonés. Las actas municipales recogen el regocijo de los leoneses ante la buena nueva. Dicen así: ‘Todos los vecinos a una se congratulaban y se daban el parabién y reinaba en todos la mayor y más manifiesta alegría (...) Podemos, Señor, aseguraros con toda verdad y sin exageración, que en ninguna otra Ciudad, ni lugar alguno, puede haber habido un proceso tan universal y tan extraordinario. El Clero, La Nobleza, el Pueblo, todos os aclamaron y todos y cada uno, calculando la Misericordia de Dios, pedían por vuestra importante vida (...) Quedamos sumamente reconocidos al favor que se ha dignado dispensarnos, dándonos parte, tanto de la abdicación y renuncia hecha por Vuestro Augusto Padre y Nuestro Rey Don Carlos IV, cuanto de la aceptación que V. M. ha tenido de ejecutar’.

Por otra parte, nadie ignora que Napoleón nunca reconoció como rey a Fernando VII. La astucia diplomática del Gran Corso arrastró al nuevo monarca a un encuentro, concertado, primero, en Burgos, luego, en Vitoria, y que, finalmente, se efectuó en Bayona. Allí, en la localidad francesa, entre los días 21 de abril y 10 de mayo de 1808, y una vez reunida la familia real española, Napoleón hizo saber directamente a Fernando VII que ‘los Borbones no reinarían más en España’.

Un historiador de nuestros días, el prof. D. Julio Aróstegui, así relata la situación en que desembocó dicho encuentro: ‘Por fin, la noticia de los hechos de Bayona desencadenó la insurrección en todo el territorio libre de franceses (...) Se produjeron levantamientos de análogo carácter, de base netamente popular, ante la indecisión, cuando no la oposición, de las autoridades establecidas, dirigidos tanto contra los franceses como contra estas mismas autoridades - algunas de las cuales pagaron con su vida - allí donde las circunstancias obligaron a esta postura’.

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El 24 de abril de 1808, domingo, es alcalde de la ciudad D. Manuel Alejo García de Brizuela. A las diez de la mañana, hora en que se recibe el Correo nacional, transciende por toda la ciudad la noticia de que en la Villa y Corte algunos malvados intentaron el día 20 del presente mes publicar edictos revolucionarios contra la persona del nuevo monarca. Las manifestaciones de adhesión de los leoneses a Fernando VII no se hacen esperar. Así lo refiere la literatura municipal: ‘A la primera insinuación de un compatriota fiel (…) se desplegaron las cuadrillas de vecinos de todas clases por las calles y por las plazas repitiendo entre incesantes alaridos y demostraciones emprendedoras ¡viva el rey, mueran los malvados! y en esta disposición, rodeando la casa Ayuntamiento pedían a grandes voces los Pendones de la Ciudad...’

Honorato García Luengo, en su monografía ‘León y su provincia en la Guerra de la Independencia Española’, anota que el compatriota fiel no era otro que el coronel D. Luis de Sosa, personaje central del 24 de abril de 1808 en León, y principal promotor de que las autoridades y vecinos se desplazasen desde el edificio de Poridad, ubicado en la plaza de San Marcelo, hasta esta plaza Mayor para vitorear al nuevo monarca. D. Luis de Sosa, comandante general de la Provincia, fue comisionado por el Ayuntamiento para redactar el parte de los hechos acontecidos en nuestra ciudad el 24 de abril de 1808, documento que, luego, nuestro Corregimiento elevó a Fernando VII.

En aquella memorable jornada, el Concejo leonés, revestido con las galas de las magnas solemnidades, toma el acuerdo de seguir al nuevo soberano. El bando fue leído al pueblo de León desde estos mismos balcones. Y ‘aconteció que sonando las cajas de la Ciudad en aquel recinto, anunciaban la publicación de un nuevo bando. Se suspenden sus corazones, que aumenta su agitación y la voz del pregonero impone un silencio general. Era, Señor, la Real Orden que Vuestra Majestad firmó en Burgos el 12 del corriente (...) Se repiten los vivas, se aumentan las exclamaciones y se reitera la intimación de tremolar los pendones.(...) A un empeño tan fiel, no pudo negarse este Ayuntamiento, cuyos individuos no estaban menos inflamados que los que constituían el Pueblo entero’.

En la citada Real Orden, Fernando VII, cuyo retrato fue paseado aquel 24 de abril por la escenografía leonesa ‘en medio de cuatro caballeros oficiales’ y posteriormente fijado en el balcón consistorial, solicitaba rogativas públicas para implorar a la Divina Clemencia auxilio y protección para el mejor gobierno de los vastos y dilatados reinos heredados. Anotemos que en casos como éste, se disponía que la Virgen del Mercado fuera trasladada procesionalmente a la S. I. Catedral.

El último párrafo del documento municipal que relata los sucesos del 24 de abril de 1808 en León es elocuente y determinante. Dice de este tenor: ‘Asimismo cree este Ayuntamiento que debe hacer presente a V. M. no haberse podido desentender de formar notas de suscripción a ruegos de estos mismos ciudadanos para el alistamiento de algunos mozos solteros y aun casados que, voluntariamente, como todos sus compatriotas se ofrecen a sacrificar sus vidas en las actuales circunstancias por la Sagrada Persona de V. M. que este Muy Leal Ayuntamiento pide a Dios conserve’.

A la vista de cuanto antecede, podría decirse que si hubo alistamiento fue porque las nubes siniestras de una invasión se alzaban en el horizonte. En el famoso ‘Manifiesto’ del citado D. Luis de Sosa, así se expresa el ilustre militar: ‘¿Cuál de todas las provincias de España podrá disputar a la de León la gloria de haber sido la primera en alzar el grito de patriotismo y libertad? (...) La capital del reino de León ya en 24 de abril del propio año manifestó, no sólo su adhesión al joven monarca Fernando, sino su atinada previsión de los funestos sucesos que habían de cubrir de sombras nuestro desgraciado suelo (...) Aquel propio día se hicieron listas de conscripción (reclutamiento) a impulsos de la juventud, y con santa emulación corría a las salas del alistamiento ejecutado bajo la apariencia de oponerse a la conspiración, como lo mostraban los jóvenes cuando, llenos de fervor y ardimiento, repetían incesantemente ¡Mueran los traidores!, que era equivalente a ¡Mueran los franceses!, lo que también se oyó clara y distintamente más de una vez’.

En 1924 y 1925 en León veía la luz la revista ‘Vida leonesa’. Sus páginas acogieron artículos de D. Miguel Bravo Guarida. En uno de ellos, reproducido luego en su obra ‘Rincones leoneses’, refiriéndose al edificio del Ayuntamiento levantado siguiendo los planos de Juan de Ribero Rada dice lo siguiente: ‘Ahora en el salón de sesiones, recién pintado, han vuelto a lucir las antiguas quintillas atribuidas al Rey de armas Gratia Dei, tan medianas por su poesía, cuanto por su exactitud histórica (...) En cambio, se ha olvidado de restablecer la inscripción del testero que contenía la noticia exactamente histórica y gloriosísima para León, de haber sido esta ciudad la primera que dio el grito de independencia en 1808’.

Marco Tulio Cicerón decía que ‘la Historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida’. Conmemoramos hoy el Bicentenario de los hechos acontecidos en León el 24 de abril de 1808, que, por cierto, fue año bisiesto, como éste nuestro de 2008. Y con este motivo, dentro de unos momentos, se inaugurará una placa conmemorativa con este texto: ‘A los leoneses que en 1808 se levantaron por la libertad y la independencia de su país’.

La fecha del 24 de abril de 1808 acaso no es una data de prioridades históricas. Sin embargo, nadie podrá menoscabar ni siquiera un ápice la importancia de los acontecimientos que se vivieron aquel día en esta Capital del Viejo Reino, porque, testimonios visibles de un descontento generalizado, acrecentaron el amor a la libertad en el corazón de nuestros antepasados, aprestándoles a despejar con prontitud incertidumbres y confusiones y a defender la integridad y la independencia de España.

Leoneses y leonesas que os habéis concentrado en esta plaza Mayor ante este hermoso Mirador, ante esta Casa de la Ciudad, que en palabras del Marqués de Fuente Oyuelo, ‘es toda de piedra de sillería labrada con sumo primor’, recibid, de nuevo, las más expresivas gracias por habernos arropado con vuestra cálida presencia.

Esta ‘Proclama’ halla ahora término y destino. Pero, antes de finalizar esta alocución, como sentida corona de homenaje a nuestros antepasados, a aquellos valientes leoneses que protagonizaron en nuestra ciudad la memorable jornada del 24 de abril de 1808, sólo os pido que, con voz clara y resonante, desde lo más hondo de vuestros corazones, gritéis conmigo: ¡Viva León!

Máximo CAYÓN DIÉGUEZ
León, 24 de abril de 2008

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