sábado, septiembre 15, 2007

Argutorio recupera desde Astorga las voces de la memoria de la batalla de Riaño

Este es el título del artículo publicado el 13 de Septiembre, en La Crónica de León y firmado por Fulgencio Fernández, ilustrado con la foto de Mauricio Peña, y que os copio a continuación. La revista está a la venta en las librerias y, aunque está teniendo una gran aceptación todavía quedan ejemplares en la Librería Artemis de la ciudad de León:

LEÓN.— La otra gran batalla por el futuro de una comarca, la perdida, también celebra en este 2007 una fecha redonda, los 20 años del cierre. Lo malo de este recuerdo es que se trata de una derrota, la de los que defendieron que el embalse nunca fuera una realidad.

Una revista 'lejana' en lo geográfico, Argutorio, que edita la Asociación Cultural Monte Irago de Astorga, posa su mirada en las voces del recuerdo y recupera del baúl las frases, los artículos y la desesperación de quienes lucharon contra el cierre. «Queremos participar también en la conmemoración de un hecho que nada tiene que ver en este caso con fastos y celebraciones y sí rozaría en cambio con eso que Borges llamaba 'Historia Universal de la Infamia'», explican el comentario editorial.

Por las páginas de la revista van desfilando un buen número de artículos y opiniones. La mayoría de ellas son de escritores leoneses, que ya en aquel momento se posicionaron claramente contra el pantano. Gente como el reciente premio Cervantes de Literatura, Antonio Gamoneda; José Antonio Llamas, Juan Pedro Aparicio, Pedro Trapiello, Antonio Colinas, Ángel Fierro, Juan Ignacio Ferreras, Luis Miguel Rabanal, Juan Aparicio Belmonte, José María Merino o Julio Llamazares; junto a otros como el recordado activista frente al embalse y también escritor Ramiro Pinto; el periodista Emilio Gancedo; Jesús Cifuentes, líder de Celtas Cortos, grupo que dedicó una canción a este conflicto (Riaño vive); el profesor Pancho Purroy; el biólogo Mario Sáenz de Buruaga y su pariente Mario Sáenz de Buruaga, abogado defensor de los afectados; el experto en trashumancia Manuel Rodríguez Pascual; el fotógrafo Manuel Martín, autor del montaje de 'Música visión' dedicado a aquella comarca, 'Requiem por mi tierra'; el etnólogo David Gustavo López; el estudioso de la comarca Evelio González Miguel; José María Hidalgo, de la Asociación Cultural de Omaña, tierra amenazada también por un pantano; el naturalista Tomás Sanz y el técnico en gestión ambiental, Juan Manuel Sandín Pérez.

En todos los artículos se encuentran palabras gruesas y duros reproches para lo que entonces ocurrió. Gamoneda es contundente al no reconocer al 'hijo' de aquella acción: «Mi Riaño no es, desde luego, la fría urbanización que ahora lleva ese nombre». Y cierra su artículo cuestionando lo hecho sin entrar a valorar aspectos técnicos ni económicos, posa su mirada sobre las gentes. «Estoy en el punto del desvarío, lo sé, pero sin apartarme de tal punto, puedo decir cosas más difícilmente cuestionables. Por ejemplo, si será límpio, sea cual sea la causa y el beneficio a obtener, expulsar a seres humanos del que es su propio y elegido lugar; si sea cual sea la conveniencia o ganancia a cubrir, puede justificarse la creación de un sufrimiento al despojarles del lugar en el que decidieron vivir y morir». De ahí para abajo y arriba se recogen todo tipo de razones. Algunos inciden en la que tantas veces se ha recordado: «¡Triste historia, pues, la de Riaño, sus pueblos y sus vecinos , sacrificando sus vidas y sus bienes para pagar los desembolsos económicos realizados por una empresa eléctrica en la construcción abortada de una central nuclear en el País Vasco».

Casi como en carne propia

Algunos de los colaboradores de este número de la revista Argutorio sentían sus palabras casi como en carne propia. Tal vez el más afectado sería Julio Llamazares, natural de Vegamián, un pueblo anegado por otro pantano anterior. También los omañeses José María Hidalgo, militante activo de la Mesa por la defensa de Omaña, o el poeta Luis Miguel Rabanal, de Riello, el que recordaba su presencia en una Nochevieja de lucha. «Desde entonces, cada 31 de diciembre los locos de atar suben al Bastio a contemplar a sus pies el vacío».

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