martes, julio 17, 2007

PREGÓN DE SANTA MARINA 2007

Tal y como prometimos, a continuación publicamos el pregón de las Fiestas del Barrio de Santa Marina la Real, escrito y leído por nuestro buen amigo Máximo Cayón Dieguez a quien desde aquí agradecemos su amabilidad al facilitárnoslo.

Buenas noches señoras y señores:

Mi presencia en esta tribuna obedece a la benevolencia de los responsables de la Asociación de Vecinos de Santa Marina la Real, que, libre y voluntariamente, en este año del Señor de 2007, decidieron designarme pregonero de las fiestas de este antiguo barrio de la nobleza leonesa, una de las feligresías más señeras y singulares de nuestra ciudad. Por su generosidad y por su afecto, reciban, pues, todos y cada uno de sus miembros mi reconocimiento personal, en especial Hermenelgildo López González, por sus cariñosas palabras de presentación, sin duda alguna, fruto más de nuestra amistad que de mis parvos méritos, y, evidentemente, reciban también todos ustedes mi más sincera gratitud por arropar mis palabras con su cálida presencia.

Mientras la luz se hunde tras los cerros de la Candamia, recordemos que Santa Marina, doncella gallega de origen romano, hija de un procónsul, gobernador de Galicia, fue martirizada el 18 de julio del año 183, último del reinado de Adriano. Una versión tradicional y poética de su vida, que se supone importada de Oriente, pone de relieve que un pretor, llamado Olibrio, se enamoró perdidamente de esta joven pastorcita cristiana de las tierras de Orense. Y, naturalmente, requirió sus favores. Marina defendió su pureza con tenacidad y perseverancia, y, por consiguiente, rechazó las bastardas propuestas amorosas del magistrado. Éste, viéndose recusado, rencoroso y resentido, ordenó la decapitación de la joven. A dieciséis kilómetros de la ciudad de las Burgas y a seis de Allariz, en Aguas Santas, bajo la advocación de Santa Marina se alza uno de los más famosos santuarios de España.

La devoción popular creció pronto por toda Galicia, donde sólo fue superada por el culto a Santiago. En León, la veneración por la pastorcita orensana, comenzó en el siglo XI, durante el reinado de Alfonso VI. Pero, las señales más esclarecedoras de esta geografía urbana que hoy conocemos como barrio de Santa Marina la Real, se remonta varias centurias atrás. De ello dan cuenta y razón los restos de la Legio VI Victrix, y, desde luego, los vestigios de los Principia, el edificio principal de la Legión VII, unidad militar romana que, como es sabido, dio origen a nuestra querida ciudad de León, fundada en la confluencia de dos ríos, el Bernesga y el Torío, que en palabras de Victoriano Crémer ‘le dan su verónica de frescas espumas a la capital’.

Una vez establecidas las raíces más hondas de este barrio de Santa Marina, que conserva aún rasgos y perfiles de su rancio abolengo, como así lo confirma su trazado y así lo destaca la originalidad de su escenografía, debe advertirse que en este enclave con vocación de laberinto, el nomenclátor callejero es una ruta que ofrece argumentos de un acendrado sabor de época. Y es que en sus plazas recoletas, en sus calles estrechas y tortuosas, en sus esquinas y rincones que perfuman el misterio y la leyenda, la evocación rescata, como frutos frescos y pujantes, las divisas y blasones de distinguidas y linajudas familias: Lorenzanas y Villapadiernas, Ucedas y Quintanillas, Osorios y Salazares, Cármenes y Ferreras, Pimenteles y Velascos.

A modo de ejemplo, traigamos a capítulo sólo dos de esos rincones. Uno, la calle de los Descalzos, que prueba la existencia del famoso hospital de San Froilán fundado por el Cabildo Isidoriano para alivio de peregrinos y enfermos que iban camino de Compostela, edificio que desde finales del siglo XVI pasó a ser convento de franciscanos descalzos; otro, el Corral de San Guisán o San Crisanto, rincón de los héroes leoneses, entraña viva de aquel gesto de arrojo y patriotismo que protagonizaron nuestros antecesores en la trágica jornada del 7 de junio de 1810.

A mayor abundamiento, recordemos al caso que el templo de San Miguel y los Santos Ángeles, erigido en 1571 por mandato del obispo leonés D. Juan Martínez de San Millán, formaba parte del colegio que fundó aquí, en el siglo XVI, la Compañía de Jesús. Este centro educativo, donde se impartía enseñanza gratuita a las clases sociales más desfavorecidas, llegó a contar más de mil estudiantes y estuvo a punto de ser convertido en Universidad. En sus aulas se formaron algunos de los leoneses más ilustres y conocidos de los siglos XVI, XVII y XVIII, entre ellos, el P. Gonzalo de Tapia, joven leonés, protomártir en Méjico, en 1594, de la citada Compañía de Jesús, así como posteriormente el famoso Padre Isla.

Para nosotros, como para tantos leoneses que nos han precedido, el recinto sagrado de la calle de Serranos fue siempre la iglesia de Santa Marina la Real. La referencia convierte el discurso en confidencia, y advierte al caminante de su rigor ‘por haber sido trasladada a este templo, (es decir, a la actual), la muy antigua parroquia que desde el siglo XI, en tiempos de Alfonso VI, fue fundada, cerca de la muralla, situada su torre en uno de los cubos de la cerca y cuya situación la recuerda la verdadera calle de Santa Marina, hoy existente, que parte del cruce con la del Convento, llamada así por proceder del convento de las MM. Descalzas para salir estrecha y recta a la calle de Serranos, ya muy cerca del Arco de Puerta Castillo’.

El Arco de Puerta Castillo, el Arco de D. Pelayo, es un testimonio del conjunto histórico y artístico de esta antigua Corte de Reyes. A este acceso se le dio el nombre de Puerta Castillo por ser la mansión del Alférez Mayor de la Ciudad y Abanderado del Estandarte del Reino. Fue también ‘La Puerta Decumana’ del campamento romano de la Legión VII, que destruyó Almanzor. El rey Alfonso V hizo de ella un postigo, y en 1759, siendo rey de España Fernando VI, y corregidor de León D. Fernando de Prado y Malleza, se levantó una estatua a Pelayo, con objeto de perpetuar la tradición medieval que abona la tesis de que el primer rey de Asturias entró en la ciudad León, después de la victoria de Covadonga, precisamente por ella.

Hace poco más de dos siglos, al lado de esta Puerta Castillo se hallaba el Arca de Misericordia, llamada también Casa de Niños Expósitos, incorporada, en 1802, al Hospicio Provincial fundado por el Obispo Cuadrillero. Conocida también como Obra Pía de Nuestra Señora la Blanca, su patrono y administrador era el Cabildo Catedralicio. En dicho inmueble, se recogían, criaban y educaban, aquellas criaturas que eran abandonadas en el parteluz del pórtico occidental de la Pulcra Leonina, ante la imagen de Nuestra Señora la Blanca, donde el torno, que adoptaba forma de cuna, semejaba un pesebre belenista.

El Arco de Santa Marina, como se conoce popularmente a este lugar, es la única puerta que nos queda enhiesta del viejo León. Y a mí, particularmente, siempre que cruzo bajo su pétrea sombra, me trae a la memoria unos versos del romance titulado ‘El Entierro de Genarín’, escrito por mi padre, Máximo Cayón Waldaliso, Cronista Oficial de León. El 29 de marzo de 1929, mi padre, un niño de 8 años, fue testigo ocular de la escena que revela en dicho romance, publicado por primera vez en 1969. Los versos son éstos:

¡Murallones de los Cubos!
¡Ay, calle de las Carreras!
¡Barrio de Santa Marina
donde ocurrió la tragedia
un día de Viernes Santo
allá por los años treinta!
A Genarín le mató
el camión de la limpieza.
¡Viernes Santo leonés
con lilas y con violetas!

Le rezaban los papones
y le lloraban las viejas.
Con un saco por sudario,
le cubrió la señá ‘Menda’,
aquella que nos vendía
los caramelos de menta,
y los chochos y las chufas,
junto a la histórica puerta
que del Castillo la llaman
y siempre se encuentra abierta.

Todos y cada uno de los barrios de la ciudad, llegadas que eran sus fiestas, además de las funciones religiosas pertinentes, tenían sus peculiaridades y características. Por supuesto, este de Santa Marina no le iba a la zaga a ninguno de ellos. Y como cada tiempo acuña su viento, su afán, su imagen y su litografía, por su indudable valor testimonial, he aquí una visión de principios del siglo pasado. Dice así la reseña:

‘Aparte de lo engalanado que aparecía Don Pelayo, en su estatua de Puerta Castillo, y las cadenetas y farolillos de los distintos lugares de la parroquia, en la Era del Moro, hoy desaparecida con la urbanización de lo que era el Espolón como paseo (actualmente la avenida de Alvaro López Núñez), tenía lugar la clásica hoguera, que con gran caudal de ramas, troncos y urces, solicitados por la gente joven, recogiendo todo lo viejo de los domicilios de los feligreses, se encendía con gran algarabía la víspera, ofreciendo un singular aspecto aquella zona, y terminando todo ello con la clásica verbena (...) Había también su corrida de rosca, luciéndose los mejores corredores de la capital (...) Aquella famosa vecindad, animaba, por lo visto, la fiesta de Santa Marina, organizando fiestas populares de gran hilaridad’.

Este pregón, que rinde ahora destino, invita y convoca a todo el vecindario a vivir unas fechas cargadas de ilusión y de entusiasmo, de entendimiento y convivencia. Nuestras vidas son los ríos, activos y bullentes, que ahora conducen, y con fundadas razones, hasta la desembocadura del regocijo, del sano esparcimiento, de la alborozada alegría, del fraternal abrazo vecinal. Nada más. Sólo desearles a ustedes unas Felices Fiestas 2007, y que Santa Marina nos sea propicia a todos. Muchas gracias.

Máximo CAYÓN DIÉGUEZ
León, 13 de julio de 2007

No hay comentarios: