sábado, noviembre 05, 2005

PREGÓN EN SAN MARCELO DE AGUSTIN SUAREZ - 29.10.2005

Seguidamente, y para quienes no pudieron asistir, os copiamos el Pregón dado por Agustín Suarez, el pasado 29 de Octubre en San Marcelo. Es un poco largo para el blog pero creemos que tiene suficiente interés como para colocarlo. ¡Atención, lo más interesante está al final!

Buenos días señoras y señores

Estamos aquí reunidos para honrar a San Marcelo, patrono de nuestra ciudad y lo hacemos en su casa, aunque cualquier parte de León, es su casa.

Conmemoramos que un 29 de octubre del año 298 fue decapitado, que un día como el de hoy de hace mil setecientos siete años, llevó hasta la última consecuencia, su deseo de libertad, de vivir como quería y sentía.

Es imposible hablar de San Marcelo, sin hablar de su ciudad, de su tiempo y nuestro tiempo. Porque una historia saca la otra, como una cereza saca la otra y al final se remueve todo el cuenco.

Por todos es sabido que la estancia de la Legio VII en su campamento -su permanencia durante 4 siglos- origina la ciudad de León.

La Legio VII, fue fundada por Galba, por su necesidad de tropas en el levantamiento contra Nerón, siendo ésta la primera vez que el poder en Roma se cambia desde fuera de Roma. La Legio VII se funda un 10 de junio del año 68.

León se convertirá en su base de operaciones relacionadas con el control de las explotaciones de oro del Noroeste de la península. Con la creación de infraestructuras viarias, como el puente romano de la ciudad portuguesa de Chaves y las calzadas que todos conocemos.

La Legio VII, se ocupó, además, de labores de vigilancia en toda la península, al ser la única Legión establecida en la misma.

Lo que quizás sea menos conocido, es como era la ciudad de León a finales del siglo III, en el año 298, cuando Marcelo decide escribir su propia historia.

Toda Hispania era romana. Tras más de 300 años de ocupación y convivencia, la gente que habitaban estas tierras, eran romanos.

León era a la vez un campamento militar y una ciudad amurallada. Como ciudad fronteriza, al ser éste el límite occidental del Imperio, tenía dos gobiernos. Uno militar y otro civil.

Había un gran número de empleados públicos que vivían a su vez en casas del estado. Funcionarios de todo tipo, tanto civiles como militares, tanto en activo como retirados.

Todos estos Funcionarios Públicos, bien remunerados, precisaban de una importante presencia de artesanos y de servicios. También de comerciantes y mercancías de todo tipo y condición.

León era, para la época, una gran ciudad.

Los restos de la zona de Cascalerías, los vestigios de las termas bajo nuestra Catedral, la puerta romana de puerta Obispo, las murallas de la ciudad, los Principia en San Pelayo, el trazado de muchas de nuestras calles, los restos diversos que por toda la ciudad aparecen, son buena muestra de ello.

El emperador Diocleciano, que más tarde comparte el poder con Maximiano, consideraba el cristianismo como una secta enemiga del estado, emprendiendo por ello, la mayor persecución sufrida por la Iglesia Cristiana.

Pues es en este contexto y en aquel León donde se va a desarrollar el drama.

Se sabe cómo fueron aquellos momentos, casi con certeza.

En las grandes ocasiones, en las grandes solemnidades como eran las fiestas en honor del Emperador, tomaban parte ambas administraciones, pugnando entre ellas por ser la más llamativa y espectacular.
Las fiestas de Julio del año 298, debieron ser impresionantes.

La ciudad entera engalanada. Las banderas Imperiales y de la Legión flameando en todos los edificios militares y las banderas de la Ciudad compitiendo en vistosidad, en los edificios civiles.

Durante las fiestas en honor del natalicio del Emperador Maximiano, un día 21 de Julio del 298, día central de la fiesta con juegos, desfiles, parada militar, etc., la legión debía sacrificar a los dioses en el transcurso del acto de homenaje.

El Legado Augustal, el Prefecto de la Legión, los mandos militares, con pompa, en séquito, saliendo del edificio principal del Campamento, de los PRINCIPIA, camino de la zona de maniobra y parada de la Legión, fuera de la muralla.

Los funcionarios civiles con la misma pompa y parecido séquito saliendo de los edificios civiles, camino del mismo lugar. Fuera de la muralla de poniente. Cerca de la Porta Principalis Sinistra, luego llamada Cauriense. Es decir, prácticamente donde estamos ahora.

Aquí, donde nos encontramos, se alzaba la tribuna donde las autoridades presidían los festejos. En los alrededores, se agolpaba el público de toda clase y condición.

Lo más esperado, era el desfile de la Legión, con sus oficiales al frente que debían rendir pleitesía y realizar sacrificios a los dioses. Uno de los oficiales era Marcelo, el centurión.

Al llegar éste con sus soldados ante la tribuna, Marcelo se despojó de su cinto y espada y de las enseñas de su rango, negándose a sacrificar, e hizo pública confesión de su fe cristiana, proclamando que sólo adoraría al Dios del Cielo y de la tierra.

La convulsión en toda la ciudad, fue tremenda. Marcelo no era un desconocido y en León había cristianos.
En el mismo lugar de los festejos, aquí, fue apresado.

Era algo tan inusitado, que todos creyeron primero en un desvarío de aquel centurión. Por esto, el interrogatorio a que le sometió el presidente Astayano, fue de este tenor: "¿Pero qué te ha pasado por la cabeza, estás loco...?".

Y es que Diocleciano, prohibía a los cristianos el oficio militar.

Le hubiera sido fácil haberse callado, haber ocultado su condición, haberse hecho pasar por loco, pero decidió hacer uso de su libertad como individuo, de la soberanía de su creencia y del derecho a ejercerla. Que no puede ni debe haber normas que aherrojen la libertad.

Como consecuencia de los interrogatorios, y ante la persistencia de Marcelo, se decide enviarlo al norte de África, a Tánger, para ser juzgado por el tribunal del viceprefecto del pretorio, Agricolano.

Éste decide su decapitación un día como hoy, un 29 de octubre de ese mismo año 298, siendo cónsules Fausto y Galo.

Tres meses más tarde,
Tres meses más tarde de haber sido detenido,
comenzado los interrogatorios,
cruzar la península
y llegar a Tánger.

Hoy día, nos es muy difícil comprender la historia de estos cristianos de los primeros siglos.

Perder honores, perder hacienda, perder familia e incluso la vida por un ideal, es siempre demasiado duro para comprenderlo y más si ello sucede en plena juventud, cuando la vida parece que lo ofrece todo. Sabiendo como sabían, que el Derecho romano reconocía siempre el derecho a apelar contra una sentencia, incluso en el camino hacia el ajusticiamiento y esto no obstante el peso social que los cristianos tenían, sobre todo en regiones donde eran mayoría.

O como en León, donde se sabe que existía un número relevante de cristianos. Que incluso era sede episcopal.

Ahí están el monasterio de San Claudio o las ruinas de la iglesia martirial de Marialba de la Ribera, que mucha gente con buen criterio, sitúa en el siglo III, coetáneas de San Marcelo y hasta a lo mejor pisadas y rezadas por él.

"¡Que Dios te bendiga!", dice el centurión Marcelo a su juez Agricolano cuando le comunica su sentencia de muerte.

Qué más pudo decir o sentir, para que su lauda sepulcral le titule como leonés. Por esto, por su condición de leonés, cuando se encuentran sus restos, nadie duda de quién se trata.

Tan sólo 15 años más tarde, se publica el Edicto de Milán. Se deja de perseguir a los cristianos. En 15 años, no ha habido tiempo de que se olviden las cosas. Mucha gente de la que vio lo sucedido en las fiestas de julio del 298, sigue viva. Los cristianos de aquel León, los amigos y conocidos, se reúnen y rezan en los sitios que les recuerdan al mártir.

La tradición local dice que donde está la Capilla del Cristo de la Victoria, aquí al lado, en la Calle Ancha, tenía su casa Marcelo, su mujer Nonia y sus hijos.

Hoy sabemos que, efectivamente, en esa zona estaban las casas de los oficiales, de los centuriones. Estaban al lado del Pretorio, donde Marcelo fue juzgado. Pretorio donde luego estuvo el Palacio Real y más tarde – ahí está- el Palacio del Conde Luna.

Si León originó dos reinos, no podía ser menos que uno de ellos, el más agradecido –Portugal- se topara con San Marcelo.

Un 28 de agosto del año 1.471, los ejércitos del Rey Alfonso V de Portugal toman Tánger y el mismo día, los soldados portugueses descubren el sepulcro de San Marcelo. Una lápida con la inscripción MARCELLUS, MARTIR LEGIONENSIS ("A Marcelo, mártir de León") facilita su conocimiento.

La noticia fue recibida con júbilo, conmovió a la capital leonesa y muy especialmente al Cabildo Catedralicio.

Tras largas gestiones y no pocas dificultades, el Rey Fernando el Católico consiguió del de Portugal las licencias oportunas para el traslado del cuerpo.

Y así, un sábado 29 de marzo del año 1.493, víspera del domingo de Pascua, los restos del centurión Marcelo llegaron a León.

Para recibirle, estaba no sólo toda la ciudad, sino el propio Rey Fernando V con un gran séquito. Sus restos, se depositaron aquí, en la Iglesia que durante siglos llevó su nombre, fuera de las murallas del antiguo campamento, en la zona de parada de la Legión que el centurión Marcelo tan bien conocía y donde decidió su futuro.

Mil setecientos siete años más tarde y, como ven, nos sigue hablando a los leoneses de sitios y lugares comunes.

San Marcelo nos sigue hablando de la Libertad y los Derechos del individuo, del derecho de expresión, de los Derechos Humanos

Mil setecientos siete años más tarde y Marcelo, San Marcelo, NATIONE HISPANUS, PATRIA LEGIONENSIS (Nación: Hispano Patria: De León) como rezan sus Actas Martiriales.

San Marcelo, nos sigue recordando a todos quiénes somos y de dónde venimos.


Muchas gracias.

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