lunes, marzo 12, 2007

La nuesa llingua

Bajo este título, hoy 12 de Marzo de 2007, en el Pregonero Digital, han publicado mi artículo sobre la lengua leonesa y el Día Internacional de la Lengua Materna: (http://www.elpregonerodigital.com/ver_articulo.php?id=19) que os dejo a continuación:

La nuesa llingua

El pasado día 21 de Febrero se celebró en todo el mundo el Día Internacional de la Lengua Materna. Esta celebración fue instituida por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en 1999 y se festejó por primera el 21 de Febrero del año 2000.

En la ciudad de León llevamos dos años celebrándolo y en esta ocasión se hizo con una Conferencia sobre “Presente y futuru de la Llingua Llïonesa” a cargo del Dr. Raúl Sánchez Prieto. filólogo salmantino, falante de llïonés y profesor de la Universidad de Salamanca.

Quizás muchos leoneses se pregunten qué tiene que ver el Día Internacional de la Lengua Materna con la lengua leonesa puesto que ellos aprendieron español en sus casas y nunca sintieron la lengua leonesa como propia, incluso puede haber muchos que opinen que el leonés es, simplemente, un dialecto o que ni siquiera existe.

Los leoneses en general no somos conscientes de la gran cantidad de palabras, giros y construcciones leonesas que tiene el español que nosotros hablamos a diario, llegando hasta el extremo de tomarlos por castellanos. En muchas ocasiones es suficiente un pequeño viaje por la geografía española para constatar que muchas de nuestras palabras no son comprendidas en cuanto cruzamos el Pisuerga.

Y si esto es así en pleno siglo XXI con todas las nuevas tecnologías a nuestro alcance ¿pueden Uds. imaginar siquiera cómo hablarían nuestros abuelos a comienzos del pasado siglo cuando no había radio ni mucho menos televisión, la prensa apenas llegaba a los pueblos y toda la cultura y los conocimientos se transmitían en nuestros tradicionales calechos, seranos y filandones?.

Al propio tiempo, es conveniente darse una vuelta por Cabreira, Babia, Tsaciana, El Bierzo, Senabria, Aliste, Sayago o Las Arribes del Duero, para comprobar la vitalidad que todavía conserva nuestra lengua, eso sí, si conseguimos que los falantes, avergonzados por años de oír que hablan mal, no oculten su conocimiento a los extraños (fenómeno de sobra conocido en los hablantes de lenguas minorizadas y que recibe el nombre de diglosia).

En su declaración de 1999, la UNESCO dejaba bien clara su opinión al decir que “cada lengua refleja una visión única del mundo y una cultura compleja que refleja la forma en la que una comunidad ha resuelto sus problemas en su relación con el mundo, y en la que ha formulado su pensamiento, su sistema filosófico y el entendimiento del mundo que le rodea”. Y éste es el motivo de la celebración de este día que está dedicado, sobre todo, a las lenguas minorizadas que no necesariamente tienen que ser lenguas minoritarias.

Una lengua minorizada es aquella que, independientemente de su número de hablantes, es menospreciada por los hablantes de otra lengua que, por las razones que sean, tiene en ese momento histórico más prestigio y de la que, incluso sus propios hablantes, pueden llegar a avergonzarse hasta el extremo de negar su conocimiento.

Un claro ejemplo es el de las lenguas indígenas americanas. Cuando los conquistadores españoles llegaron a América, su lengua era minoritaria porque había muchos menos españoles que indígenas, sin embargo al ser los conquistadores la casta gobernante el español era la lengua de prestigio con lo que las lenguas indígenas, aunque mayoritarias, se convirtieron en minorizadas.

Y minorización fue el rechazo, en los pasados Carnavales, por parte de la Peña La Sardina de La Bañeza de una copla presentada en leonés. Ni siquiera admitieron su lectura fuera de concurso. Puesto que las bases de la convocatoria eran claras, las coplas debían presentarse en español, nos asalta la duda de si consideraron que “Afayaivos en La Bañeza” estaba escrita en un mal castellano o por el contrario consideraron que el leonés no es una lengua española.

No deja de ser curioso, por otra parte, que cuando una serie de personas comprometidas con la conservación del patrimonio leonés en cualquiera de sus vertientes, tratemos de que la lengua leonesa sea reconocida y respetada, surjan siempre voces acusándonos de querer imponerla. ¿Dónde está la imposición en la reclamación de un derecho que nos asiste y que la propia Constitución reconoce en su artículo 3?

También es muy habitual oír “sesudas” voces instándonos a que aprendamos inglés “porque es una lengua mucho más útil”. ¿Alguien se paró a pensar alguna vez a que puede conducir esa recomendación llevada a todos los ámbitos de la vida? Muy sencillo, puesto que el chino es la lengua materna de 1.000 millones de personas, lo más útil sería que todos la adoptáramos como propia, y puesto que en estos momentos la informática es indispensable para muchos campos de la vida moderna (y aún lo será más en el futuro) olvidemos todos los estudios humanísticos y dediquémonos a las nuevas tecnologías. Al fin y al cabo, ¿quien no conoce a alguien que tras visitar Grecia se lamentara de la pérdida de tiempo porque estaba llena de “piedras caidas”?

El leonés es un dialecto del latín, de la misma manera que lo son el castellano, el gallego, el catalán, el francés, el picardo, el italiano o el rumano y, como todos ellos, es una lengua romance. De hecho es la primera lengua romance de la que se conserva testimonio escrito en la península ya que la Nodicia de Kesos, procedente del Monasterio de Rozuela, próximo a Ardón, aunque hoy desaparecido, y que se conserva en el Archivo de la Catedral está escrito en leonés, y es anterior en algunos años a las Glosas Emilianenses, saludadas como primer testimonio escrito en castellano . Sin embargo este último documento está escrito en latín con inscripciones marginales (glosas) en castellano (si bien cada vez hay más voces que reclaman que lo escrito en las glosas no es castellano sino navarro-aragonés, discusión ésta en la que, desde luego, no entraremos) y euskera.

Esto sucedía en el reinado de Ramiro II el Grande (931-950) y doscientos años después, durante el reinado de Alfonso VII El Emperador (1126-1157), el castellano de la época era considerado por los leoneses como una lengua extraña y ruda. ¡Cómo cambian los tiempos!

Recordar también que tanto el Fuero de León (1017, ampliado en 1020) como los posteriores otorgados a su imagen en todo el territorio de la Corona Leonesa, como los de Toro, Benavente, Zamora, Salamanca, Ledesma, Alba de Tormes, Cáceres, etc., en una palabra los Fueros del Corpus Jurídico Legionense estaban redactados en leonés, por lo que no estamos hablando de una lengua propia de campesinos o de gente de poca instrucción sino de una lengua suficientemente evolucionada como para redactar en ella las leyes que regían la vida cotidiana de nuestros antepasados. Y hablamos además de unas leyes tan adelantadas para su época que reconocían entre otros el derecho a la inviolabilidad del domicilio, algo que hoy en día nos parece normal pero que, sin ir más lejos, en Francia, solo se reconoció a partir de la Revolución Francesa (año 1789) es decir casi 800 años más tarde que por nuestra tierra.

Han transcurrido más de 10 siglos desde que se escribió la Nodicia de Kesos y, aunque en precaria situación, ya que la propia UNESCO incluyó a la lengua leonesa en su “Libro Rojo de lenguas en serio peligro de desaparición”, el idioma que nació en el Reino de León todavía se conserva, forma parte de nuestro patrimonio y de nuestra cultura y es parte de la herencia que nos legaron nuestros antepasados. Cuidémoslo, conservémoslo y hagámoslo crecer ya que debemos transmitirlo a nuestros hijos para que no se pierda puesto que su desaparición representaría una pérdida incalculable no solo para la cultura y la identidad leonesas, sino para la cultura española, europea y mundial.

Recuperemos las palabras de la UNESCO para recordar que “con la muerte y desaparición de una lengua, se pierde para siempre una parte insustituible de nuestro conocimiento del pensamiento y de la visión del mundo.”

No olvidemos aquella máxima de nuestra infancia “El saber no ocupa lugar” y ¡No contribuyamos con nuestra desidia no solo a nuestro propio empobrecimiento cultural, sino al de toda la Humanidad!

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