Tal y como os prometimos, os copiamos a continuación la Intervención Inicial y el Manifiesto Final que se leyeron durante la Manifestación en Defensa del Patrimonio Leonés del pasado 29 de Diciembre:
INTERVENCIÓN INICIAL
Como secretario de ComunidadLeonesa.ES, pero, especialmente, en mi calidad de Presidente de la Asociación de VV. de este ahora humilde y casi pueblerino barrio de Santa Marina la Real, origen y corazón de la ciudad regia, permítanme dirigirles unas palabras de bienvenida y de agradecimiento.
Estamos ante la única de las puertas que quedan en pie, por desgracia, de lo que antaño fuera el recinto amurallado; hoy denominada Arco de Puerta Castillo o más conocida entre nosotros con el lúgubre apelativo de Arco de la Cárcel, cuando ya muchos ni conocieron ni recuerdan tiempos semejantes. La misma se sitúa sobre las huellas de la puerta Decumana, pero, como pueden comprobar, sigue mutilada y privada del atrezzo que aun muestra en numerosas fotos: el Pelayo (al parecer, en paradero desconocido y, según se nos comenta, en irreversible estado de destrucción) y los dos plintos que, en el decir de algunos, pesaban tanto sobre el arco que amenazaban con echarlo abajo.
Esta es una prueba más, una buena imagen, de nuestro patrimonio, de la dejadez de quien debe cuidarlo, de las complicaciones burocráticas que impiden su conservación y de la abundancia, no de fondos públicos para su salvaguarda, sino de los miles de promesas incumplidas que recogidas, únicamente en los periódicos locales bastarían para empapelar varios despachos de incompetentes ocupas que no demuestran, por los hechos, más que la incapacidad de ganarse el sueldo que cobran.
Gracias por vuestra presencia aquí a favor de la conservación, dignificación y respeto de nuestro patrimonio heredado, en todas sus formas y variantes, motivo por el que hoy nos manifestamos, a pesar del frío y de la inoportunidad de las fechas. Nuestra gratitud por todo ello; por la sensibilidad que demuestran encontrándose aquí, por el cariño que supone su presencia, por no haber perdido la ilusión y la esperanza, por seguir reclamando y sintiendo que el patrimonio es parte intrínseca de nosotros pues, únicamente a través del pasado puede interpretarse el presente y encarar con confianza el futuro.
Bienvenidos, al propio tiempo, a este viaje por nuestro pasado; disfrutadlo, caminad pisando fuerte la tierra de vuestros ancestros y sentid la responsabilidad que hoy os corresponde al encarar, con valentía, la defensa de este legado. Dejad volar vuestra fantasía e imaginad, en vuestro caminar a través de los siglos, este viejo recinto campamental convertido, en un determinado momento, en el reino más importante de la Península que alumbró leyes, las más avanzadas de la época, que parió reyes y hasta coronó un emperador. Por estas, hoy humildes calles, caminaron, en ellas vivieron, amaron, lloraron y rieron nuestros antepasados y desde ellas volaron hacia la eternidad desde la que, no sé si con un punto de vergüenza, pero quizá con esperanza, hoy nos contemplan…
Un consejo, antes de comenzar nuestro paseo, cúbranse adecuadamente pues la organización, en su escasez de medios, no puede hacerse responsable de posibles nuevos derrumbes.
De nuevo muchas gracias, bienvenidos, buen camino y mejores resultados.
MANIFIESTO
Por segunda vez y por segundo año consecutivo, los ciudadanos libres, aquí presentes, no mediatizados por compromiso político alguno, tienen que mostrar, en pública manifestación, su disgusto, su enfado, su justificado cabreo, sus irrenunciables demandas y sus exigencias, ante unos hechos que, más que próximos a la desidia, a la dejadez o a la incompetencia, el jurado popular los sitúa ya en las cercanías del delito.
Delito, sí, puesto que, si delito es atacar vida y hacienda de particulares, en grado mayor supone un delito el hecho de violentar el patrimonio de un pueblo, de un país o de la humanidad entera.
Delito, sí, puesto que, si delito supone el incumplimiento de obligaciones contractuales graves entre personas, en mucho mayor grado lo es, el hecho de no hacerlo cuando se poseen las competencias y los medios exclusivos y excluyentes para hacer frente a esas obligaciones asumidas, por propia voluntad e incluso contra el deseo expreso de los administrados.
Delito, sí, puesto que ya no se pueden argumentar eximentes del tipo de ignorancia, imprevisibilidad o causa de fuerza mayor. ¿Cuántas veces hemos avisado, en vano, de estos incidentes que hoy lamentamos? ¿Cuántas veces hemos gritado nuestra indignación ante una verdadera retahíla de agravios comparativos? ¿Cuántas veces hemos lamentado nuestra incapacidad para resolver estos problemas, faltos de la competencia jurídica para poder hacerlos frente? El perro del hortelano tenía, al parecer, actitudes semejantes y la historia se lo recriminará por siempre. ¿Seguirán algunos ahora regalándonos el eterno adjetivo arrojadizo de victimistas?
Delito, sí, puesto que de esa apatía, abandono e imprevisión, mezclados, por los resultados habidos, con una nada despreciable dosis de desafección, resentimiento o, incluso, mala voluntad, nos vemos obligados a mostrar al mundo nuestras vergüenzas de leoneses domesticados; un pueblo incapaz de exigir, en estos tiempos que vivimos, el más mínimo respeto y atención para con su patrimonio heredado que, ante la sorpresa de muchos, se viene cayendo, literalmente, a pedazos. ¿Quién, de entre nosotros, podría explicar las causas de esta ruina, sin bajar la cabeza o abochornarse por ello?
Porque, ¿qué pueblo habría soportado tanto menosprecio, tanta animadversión, tanta perversidad, tanto parloteo inútil y tanta promesa incumplida? ¿Qué pueblo habría consentido el derrumbe de los sueños, de las plegarias, de los momentos de dolor, de los proyectos colectivos de sus antepasados, plasmados en piedra y convertidos en arte universal de las épocas más variadas? Monumentos de la talla de la Basílica paleocristiana de Marialba o el Monasterio de San Miguel de Escalada, o la Iglesia de Peñalba de Santiago, o la Real Basílica Colegiata de San Isidoro o esta maravilla del gótico universal (primer monumento nacional en 1.844), o el Palacio del Conde Luna, sólo por citar algunos ejemplos de los más recientes y de los más próximos físicamente, además de los aludidos en alguna de las pancartas que han paseado su grito de protesta esta fría noche, languidecen, cuando no se derrumban o se hunden por el peso, quizá, de su propia importancia y avergonzados ante la falta de valentía de los actuales herederos de tanta grandeza histórica y monumental.
Pero, ¿por qué habremos de esperar siempre que desgracias semejantes sucedan para sentirnos obligados a tener que hacerlas frente? ¿Por qué habrán de aguardar siempre algunos a sentir la presión de la calle en sus cogotes, para comenzar a moverse de sus confortables asientos de gestores bien pagados? Hechos y denuncias de la gravedad de los que nos concitan hoy aquí NO pueden ser calificados como producto de una buena gestión, implícita en los sueldos de nuestros representantes.
Otra duda más ¿Por qué, la simple convocatoria de esta manifestación ha traído como consecuencia la aparición de dineros, antaño negados, y una nueva multiplicación de promesas, repetidas al compás de las convocatorias electorales? Ni merecen ya nuestra confianza ni un minuto más de crédito puesto que, al tiempo que prometen en la prensa, niegan la inclusión de dichos dineros en los presupuestos.
Alguien dijo una vez: “si callan estos hablarán las piedras”. Demasiado tiempo callados, adormecidos con promesas, anestesiados con subvenciones o amenazados con represalias hemos sido, también quizá, cómplices de nuestra propia desgracia. Pues bien, con claridad meridiana, con la rotundidad de su desplome, las piedras han hablado y su grito sacude las entrañas de los hombres de bien.
Es cierto que no podemos evitar ya lo sucedido, pero tampoco podemos contemplarlo resignados; ante la trascendencia de los hechos, exigimos que rueden las cabezas políticas de los responsables de este delito, de este crimen de leso patrimonio; no podríamos decirlo ni más alto ni más claro: si aún les queda un ápice de sensibilidad, en un arranque de honradez y frente al espejo de sus gravísimos errores, solicitamos la dimisión voluntaria de la Consejera de Cultura de la Junta y de la Ministra de Cultura del Gobierno central. Si así no fuere, exigimos, por parte de los respectivos presidentes, su cese fulminante. Ya no caben otras soluciones. Y, si ni aquellas ni estos asumieran sus responsabilidades, deberá ser el pueblo leonés quien se las exija en las ya próximas elecciones.
En la manifestación a favor de la conservación de los Principia que, pese a las promesas siguen durmiendo el sueño del olvido, cuando no del desprecio, advertíamos, y cito literalmente, por si alguien lo ha olvidado, de nuestra “más firme decisión de impedir cualquier tipo de conducta que, por acción u omisión, venga a representar un atentado contra nuestra legítima herencia. Nadie, a partir de hoy, podrá, ya impunemente violentar, agredir o destrozar algo que pertenece al común, que representa una parte importante en el ayer de la vida de nuestros antepasados, que se ha convertido en nuestra historia hoy, y que formará parte del futuro de los que vendrán a sucedernos”. Fin de la cita.
Creemos, por ello, estar en disposición de exigir, asimismo, un cambio de actitud en la defensa, dignificación y cuidado exquisito del patrimonio de las tres provincias leonesas de Zamora, Salamanca y León, que esta siendo desatendido o atacado en todas sus variantes (monumental, histórico, etnográfico, industrial, lingüístico, medioambiental, etc., etc.) y en todos los lugares del territorio. Y como testimonio de este cambio de rumbo, reclamamos, en este momento, un público homenaje a estas dos valientes gárgolas que han optado por el sacrificio de su propia existencia. Que su inmolación no resulte vana, que se reponga una copia en su lugar y se las declare solemnemente mártires de la causa leonesa. Así lo requerimos, al tiempo que solicitamos el refrendo de esta moción por parte de los aquí presentes, y a mano alzada, como en nuestro tradicional concejo, la forma más democrática de gobierno de la que han gozado los leoneses de todas las épocas.
Pronúnciese el pueblo y calle el pregonero. Muchas gracias.
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